Son las doce
y esta noche el universo no me abraza,
sigue girando como las agujas del reloj
al que en menos de dos minutos
terminaré por hacerlo pedazos
tanto como mi destrozado corazón.
Llego a la una,
supongo,
torciendo toda aguja de ese maldito aparato
que yace roto sobre la cama,
tal como vos torciste mi destino
y me dejaste tirada en un camino sin suelo.
La luna me anuncia que ya son las dos
y yo, tan amante del silencio,
no quiero callar a mis demonios
y me escuchan los vecinos.
"Nunca se le vio tan mal",
susurran.
Y nadie me acaricia,
y mi piel no florece.
Alguien me grita que ya son las tres,
que me acueste a dormir
porque una y mil veces más...
no estás.
Y yo, tan cansada y casi muerta
después de haber llorado mares,
comprendo que el dolor
sólo me tiñe de guerrera
y que el amor,
sólo puede ser conmigo.©