martes, 5 de abril de 2016

Yo, mí, me, conmigo

Son las doce
y esta noche el universo no me abraza,
sigue girando como las agujas del reloj
al que en menos de dos minutos
terminaré por hacerlo pedazos
tanto como mi destrozado corazón.

Llego a la una,
supongo,
torciendo toda aguja de ese maldito aparato
que yace roto sobre la cama,
tal como vos torciste mi destino
y me dejaste tirada en un camino sin suelo.

La luna me anuncia que ya son las dos
y yo, tan amante del silencio,
no quiero callar a mis demonios
y me escuchan los vecinos.
"Nunca se le vio tan mal",
susurran.
Y nadie me acaricia,
y mi piel no florece.

Alguien me grita que ya son las tres,
que me acueste a dormir
porque una y mil veces más...
no estás.
Y yo, tan cansada y casi muerta
después de haber llorado mares,
comprendo que el dolor
sólo me tiñe de guerrera
y que el amor,
sólo puede ser conmigo.©

viernes, 1 de abril de 2016

Llueve porque las nubes lloran

Fascinado contempla la lluvia por la ventana, una ventana que cada tanto desea no exista para poder salir afuera todas las veces que quiera a mojarse saltando los charcos de agua. Para él no hay nada más hermoso que contemplar cómo esas diminutas gotas van cayendo del cielo.
Hace tiempo tiene la teoría de que llueve porque las nubes lloran porque ya no soportan el peso del dolor al ver en lo que se ha convertido el mundo. Entonces dejan caer sus lagrimas en forma de lluvia, como queriendo limpiar el mundo a su paso. Le gusta pensar que llueve porque las nubes lloran, dice que como el mundo es muy grande nosotros tenemos que ayudar a las nubes y no hacerle cosas malas al mundo, así se les hace más fácil limpiarlo y no lloran más de tristeza.
Sumergido en ese pensamiento y en el sonido de la lluvia, se deja llevar y mantiene su viva mirada bien al frente. Quiere sentir que se está bañando en ella y puede acariciarla con los dedos mientras ella fulmina su cuerpo con sus cálidas e hipnóticas gotas de agua. No quiere pestañear, quiere contemplarla así, tan suya y tan de todos a la vez. Podría estar así para siempre.
Por el movimiento de sus párpados sé que sueña despierto. Lo observo atónita y el corazón me late demente. En sus ojos negros, sus hermosos ojos negros, veo una claridad radiante y una esperanza en el futuro infinita. Lo observo con profunda admiración, con sincero amor de madre. Y con el primer día de abril dejándose mimar por la lluvia, afirmo con firmeza que lo amo.©