No muy lejos de la noche
me recosté en tu pecho,
mecida por las olas del mar
me quedé dormida.
Dormida descubrí
que tu pecho joven
es tan suave como el roce
de las alas de un colibrí.
Afuera el sol se disuelve
pero dentro
mi cuerpo sigue prendido
a las nubes de luz
que emana tu piel,
tan radiante y tan serena
como siempre.
La vida entre tus costillas
siempre parecía más fácil,
por eso a veces
vuelvo a dormirme en vos;
aunque ahora sea tu recuerdo
el que me adorna los huesos
de flores azules.
Bien dicen
las canciones,
los cantantes
y la poesía:
uno siempre vuelve
a los viejos sitios
donde amó la vida. ©
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